Reseña | "El Padre" mirarnos desde el desconcierto de la mente


Lo confieso, le temo a la vejez. Recibo criticas constantemente cuando digo que me niego a pasar de los 55 años porque no quiero que nadie me limpie el culo cuando sea anciana -suelo decir estas cosas más por molestar a mis interlocutores.

No tuve a mis abuelos, ni abuelas cerca. No hablaba sobre ellos en la escuela porque unos vivían lejos y la más cercana, mi abuela Julieta, murió cuando yo tenía unos tres años. Aún recuerdo ese día.

Así que no fui cercana a los abuelos amorosos, consentidores y cuidadores que me dio la vida, y que veo en las familias de otras personas.

No me gusta romantizar la vejez. Y por eso cuando veo películas como "Amour" de Michael Haneke, aprecio la mirada sincera de esa etapa de la vida.

Seguramente ya me estás cuestionando. Sé que no todo es gris, pero tampoco todo es rosa. Nuestro cuerpo cambia; se deteriora y en la mayoría de los casos nadie nos prepara para enfrentar con buena salud esta etapa de la vida.

Mientras nos sentimos fuertes vivimos el momento. Luego cuando llegan los primeros "achaques" algunos irán al médico a buscar respuestas y soluciones inmediatas; pero ¿qué pasa cuando es nuestra mente es la que se agota?

No hay quién pueda con la angustia que vives cuando un ser querido pierde toda posibilidad de conectarse con la realidad. Nadie es capaz de comprender a quien padece el proceso degenerativo del cerebro.

El cansancio, el estrés, el miedo, la rabia, el dolor, sobrepasan a la familia.

Hago esta larga introducción para hablarles de la película "El padre" del director de cine francés Florián Zeller. Una obra inicialmente llevada al teatro que se convierte en una joya de emociones en la gran pantalla. ¡Espero, algún día ver la puesta en escena de esta maravilla!

Anthony es el nombre del personaje principal. Anthony Hopkins nos regala una actuación demoledora.

Este hombre es un ingeniero, de más de 80 años, que vive en un departamento en Londres. Los primeros pantallazos nos dicen que le apasiona la música académica; es muy tradicional en su forma de vestir y parece tranquilo. 

El segundo personaje es su hija, Anne, interpretada por Olivia Colman. Ella lo visita cada vez que puede para atender sus principales necesidades. La relación de ambos parece rota.

El tercer personaje de esta historia es el departamento. Para mí el mejor juego de rol, creado por Zeller, para ponernos en la mente de Anthony y su condición con la demencia y el Alzheimer. 

Pasé buena parte de la película intentando unir piezas. Veía las escenas y pensaba en el vestuario repetitivo de Olivia Colman (aquellos blusones en azul, blanco o amarillo); en la cocina que a veces parecía amplia y otras veces vieja; en los personajes que iban y venían con nombres similares; hasta que en algún momento comprendí que debía dejar de hacerlo. 

Esta no es una película para encontrar respuestas sobre la temporalidad de los hechos. Es para vivir los hechos desde la mirada de Anthony.

Entonces lo que haces es experimentar la crudeza de una mente debilitada por la enfermedad, que busca respuestas y se aferra a objetos, recuerdos, momentos.

Comienzas a entender que al envejecer nos tornamos mucho mas vulnerables, y que en muchos casos dependeremos plenamente de otros. Algunos tendrán miedo al abandono, otros lucharán por mantener su independiencia y otros se entregarán en silencio a la situación.

Así que junto a Anthony sentiremos ternura, desconcierto, miedo, ira...mientras lo vemos ir de una habitación a otra incapaz de comprender lo que pasa a su alrededor.

Al finalizar la película quise abrazar a este hombre, quise darle amor y decirle que yo también temo perder mis hojas.


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